miércoles, 7 de diciembre de 2011

La eutanasia de los animales

La comida es lo que me entra por la boca.
Y después, vivir.

Aplacaré un día, no más,
el grito que bloquea mi mandíbula.

Después saldrá,
sobre el peso contrafuerte de mi espalda,
reverso piel,
cuenco de órganos,
donde se disipa el peligro de mi mente
camino al pie que tropieza
- pequeño síntoma de dolor calzado -.

Para morir está la yugular, es el sitio.
El corte limpio.
Torcer el cuello, matar gallina,
escurrir la grasa del pelo,
desplumar el cráneo.

He abierto el paso a los gusanos
y no quieren comer lo que queda.
Será que hay que vivir.

Apago la luz.
Coloco todo.

2 comentarios:

Silvia Cuevas-Morales dijo...

Me ha gustado mucho el poema, es duro pero evoca muchas sensaciones. Enhorabuena.

Caos dijo...

Me encantó oírtelo el martes.

GRANDE!